Booths empezó como un juego. Me hacía una foto con el Photo Booth del ordenador y se la mandaba a algún amigo con un comentario más o menos chistoso y a cuenta de la imagen. Siempre me ha gustado tomarme el pelo y me divierto paseando por el acantilado de la mente observando el mar jugoso de lo irracional y chocante. Evidentemente tengo confianza con mis amigos y suelo provocarles a mantener diálogos disparatados. Pero lo que ocurrió es que terminó fascinándome, noche tras noche, este juego de diálogos con el «espejo» y se convirtió en una simpática rutina que mantuve unos tres años. Ahora estamos revisando los textos y preparando una publicación.